Massa le sacó la ventaja discursiva a Milei en el inicio mismo del debate, cuando el primer tema era el más espinoso para defender su gestión con la inflación a tres dígitos: Economía. Supo arrinconar al libertario con preguntas incisivas sobre la dolarización, la quita de subsidios y la rebaja de las jubilaciones. La síntesis fue la mueca de fastidio de Milei cuando se le fueron sus seis minutos de exposición en su materia de expertise, obligado a tener que responder cada estocada del ministro.
De ahí en más el ring se inclinó en favor del candidato de UP, por lo menos en lo que restó del primer bloque, con los temas de Relaciones Exteriores y Educación. Logró poner al legislador libertario contra las cuerdas, incluso con golpes bajos: puso en duda el “equilibrio mental” de su rival y afirmó que su familia tiene bienes en el exterior. “Hagamos el psicotécnico juntos”, le pidió. Y hasta sacó a la luz las contradicciones de sus dichos en distintas entrevistas.
Milei recuperó la iniciativa en el segundo tramo del debate. Obligó a Massa a responder por su relación con empresarios, lo puso incómodo al mencionar el juicio político a la Corte Suprema y hasta lo ligó en la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. El mayor paso en falso de Milei fue en Seguridad, donde le reconoció la política aplicada por Massa siendo intendente de Tigre y hasta le cedió la palabra, casi como sin saber qué decir sobre la materia.
El final del debate fueron los dos minutos de cierre libre. Massa buscó hacer gala de su profesionalismo y, como en la presentación, se adelantó del atril. Buscó conectar con “los que no están convencidos” y les planteó el dilema “violencia o democracia”. Como en todo el debate, Milei se quedó fijo en su atril. Y desempolvó el latiguillo de campaña que no le dejó usar su rival: “¿Populismo o república?”. El veredicto de cuál será la dicotomía ganadora la dará el electorado el domingo próximo.