Vargas está imputado como partícipe secundario de homicidio triplemente calificado por ser cometido con alevosía y ensañamiento y por precio o promesa remuneratoria. El viudo de la víctima, Nicolás Federico Cajal Gauffín, está acusado por el delito de encubrimiento agravado.
El tribunal de la Sala VII, a cargo de la audiencia, informó que mañana desde las 8 se desarrollará la audiencia de alegatos. Se fijó un plazo de dos horas para que cada una de las partes realice su exposición. Las réplicas, contrarréplicas y últimas palabras de los acusados serán el lunes. Ese mismo día se dará a conocer el veredicto.
En la extensa declaración brindada por Sergio Vargas hoy, el imputado repasó en detalle todo lo que hizo el 27 de enero de 2017, día del hecho. Dijo que se levantó temprano, como a las 7.30 u 8, y tomó el colectivo 2 F para ir a ver a su madre, que vive en Mitre al 2300. Al llegar no la encontró. Desayunó solo y alrededor de las 9.30 tomó el 6 C para ir a Vaqueros.
El imputado dijo que llevaba en una mochila un par de alpargatas y dos pares de sandalias para vender. Su objetivo era hacer eso durante la mañana y, por la tarde, quedarse en Vaqueros para ver a unos conocidos suyos que se dedican a la construcción, porque quería pedirles trabajo.
Aclaró que esa fue siempre su principal actividad, que comenzó a dedicarse a la venta ambulante cuando conoció a su segunda pareja, y que se volcó a esa actividad con ella porque estaban atravesando una situación económica muy difícil.
Vargas precisó que no compraban mercadería en bolsones, si no solo productos sueltos que conseguían a buen precio para revender.
A continuación describió el recorrido que hizo por las calles de Vaqueros, ofreciendo los calzados. Dijo que entró al barrio San Nicolás como a las 11 u 11.30. Recordó haber visto un auto en una esquina pero no pudo aportar muchos detalles. “Si yo hubiera sabido que iba a pasar algo le prestaba más atención”, aseguró.
El acusado sostuvo que conoce bien Vaqueros porque estudió ahí cuando tenía 16 o 17 años, y porque trabajó en varias obras de construcción en esa zona.
Dijo que se paró en la esquina de la casa “de la chica” –en referencia a Jimena Salas- para decidir por dónde iba a seguir su recorrido. Indicó que no pensó en ofrecer sus productos allí porque “era una casa grande, bonita”, y sabía por experiencia que la gente de plata no le compra al vendedor ambulante. Así que cruzó la calle y tocó las manos en otra vivienda.
Vargas aseguró que nunca le preguntó a ninguno de los vecinos del barrio por “una señora que tenía dos nenas”. Sí consultaba por “familias con nenas”. Explicó que la estrategia de mencionar el nombre de alguna mujer le servía para acercarse a la gente, para iniciar una charla y para que miraran sus productos. Precisó que a veces, incluso, usaba el nombre de sus exparejas o de una tía que vive en Vaqueros, que es muy conocida, como pretexto para el diálogo. “Soy el sobrino de doña Dominga”, comentaba, para “entrar en confianza y poder chamullar”.
Refirió que una vecina que vivía cerca de la casa de Jimena Salas le indicó que ahí vivía una señora que tenía nenas. Entonces él, para no quedar mal frente a la señora que estaba intentando ayudarlo, se paró en el portón “de la chica”, tocó las manos, pero nadie lo atendió. Esperó un minuto y siguió ofreciendo los calzados por la vereda del frente.
Logró venderle las alpargatas a una mujer que cruzó en el camino. A las sandalias –sostuvo- se las vendió más tarde a un muchacho que estaba con una moto. Dijo que le pidió rebaja y que accedió a pesar de que no estaba ganando casi nada con la transacción. Comentó que el hombre que le compró las sandalias no fue citado a declarar en el juicio.
También mencionó que poco antes, en su recorrido se encontró con la mujer de un conocido, le ofreció sus productos y le mandó saludos a su amigo “de parte de Vargas”.
En su declaración, el imputado precisó que ese día no había llevado su celular porque había decidido dejarlo en su casa para que jugaran sus hijas, porque siempre se peleaban por jugar en el celular de su mujer.
Dijo que durante su periplo se cruzó dos veces con un patrullero que llevaba un domo y que él nunca se escondió. La primera vez fue cuando entraba al camping a ofrecer las sandalias y, la segunda, cuando entraba a una verdulería.
Luego de vender sus productos se fue hasta la obra donde estaba trabajando un conocido suyo. Se quedó allí como hasta las 15.30. Dijo que ya era tarde para seguir camino hacia otro sitio donde pensaba pedir trabajo, así que aceptó que lo acercaran en moto, de regreso, hasta el puente de Vaqueros. El acusado aseguró que desde allí caminó hasta el control de la línea 6 A, tomó el colectivo y se bajó en el hospital.
Vargas habló también de las tarjetas de Saeta y de los números de celular que manejaba en aquel momento. Dijo que tenía como seis tarjetas y que a veces se las dejaba a su mamá y ella las usaba. También su hermana. “A todas se las entregué a la policía. Yo siempre estuve a disposición. Lo mismo pasó con los números de teléfono. Siempre pierdo los celulares. Le dije a mi mamá que entregue la agenda donde yo le iba anotando los números que iba cambiando”, manifestó el acusado.
Sobre su única visita al sitio web de diario El Tribuno a pocas horas del homicidio de Jimena Salas -detectada por peritos del CIF- Vargas admitió haber entrado a la página porque él había andado por ese barrio el día del crimen y había dado información suya (en referencia a que le había dicho su apellido a la mujer de un amigo y había mencionado que era sobrino de “doña Dominga”). “Estaba consciente de que en cualquier momento me iba a llegar una citación”, aseveró.
Aclaró, no obstante, que si bien no era lector de El Tribuno, sí solía ingresar a otros sitios web informativos locales.
Vargas también hizo alusión al día en que le llegó la citación del CIF. Remarcó que se ocupó de averiguar en una dependencia policial de qué se trataba. Entonces se presentó solo en la fiscalía. “A partir de ahí pasé a ser el asesino. Declaré, tuve un par de contradicciones por la presión que sentí. Me mostraron un identikit y decían que era yo. Estuve ahí hasta la noche. Me hicieron hisopado, me tomaron las huellas. Siempre estuve a disposición”, relató.
El imputado señaló finalmente que fue detenido dos años y medio después de la muerte de Jimena Salas, “cuando cambiaron el fiscal”.
Durante la jornada declararon, además de Vargas, su concubina, su hermana y un exempleador suyo.
Al término de las declaraciones, el tribunal incorporó la prueba reunida a lo largo del juicio por el que pasaron alrededor de 120 testigos.
El tribunal colegiado está conformado por los jueces Francisco Mascarello, Federico Diez y Javier Armiñana Dohorman (interino).
Por el Ministerio Público intervienen los fiscales penales Ana Inés Salinas, Gustavo Torres Rubelt y Ramiro Ramos Ossorio.
Marcelo Eduardo Arancibia y Luciano Romano son los defensores técnicos de Sergio Horacio Vargas. Marcos Rubinovich defiende al imputado en relación a la acusación de la querella y la actoría civil.
Pedro Javier Arancibia interviene como defensor de Nicolás Federico Cajal Gauffín.
Marta Verónica Aguilar Bossini se desempeña como querellante y actora civil.
La asesora de Incapaces 2, Claudia Mariela Flores Larsen, interviene en representación de las hijas menores de la víctima.
Cajal Gauffin y Vargas están imputados por el hecho sucedido el 27 de enero de 2017, cuando se encontró el cuerpo sin vida de Jimena Salas en el piso de la cocina comedor de su vivienda, ubicada en la localidad de Vaqueros.