El primer testigo en declarar fue ofrecido por la defensa y formó parte del instituto religioso fundado por el imputado, de 2000 a 2019. Sostuvo que conoció de vista a las tres víctimas. Indicó que vivió en la casa madre ubicada en calle Santa Fe de la ciudad de Salta y negó haber oído sobre situaciones de abuso o haber presenciado alguno.
La segunda testigo es miembro de la comunidad religiosa desde hace 20 años y actualmente es servidora general. También ofrecida por la defensa, advirtió que es pésima en cuestiones de memoria y remarcó que no recuerda bien algunas fechas.
Aseguró que el acusado tenía buen trato con los integrantes de la congregación y que nunca hizo juegos o chistes de contenido sexual con nadie.
Afirmó que en algún momento, la exmonja víctima le pidió a la servidora general de entonces un espacio para no realizar ninguna tarea específica del apostolado. Aseveró que desconoce el motivo y reconoció que no era común que ocurrieran ese tipo de situaciones.
Precisó que el pedido fue tratado en el consejo integrado por la servidora general y otras hermanas, entre la que estaba la testigo. Afirma que no se le ocurrió preguntar por los motivos del pedido de la exmonja víctima. Tampoco recordó los motivos por los que la víctima pidió salir de la congregación del acusado.
La tercera testigo, ofrecida por la defensa, es psicóloga de la comunidad religiosa, función que dijo cumplir como un aporte a la Iglesia y a cambio de oraciones. Indicó que conoció a la exmonja víctima, a quien trató de 2010 a 2013.
Relató que la víctima le pidió hablar con ella, por lo que debió consultar con su superiora. Antes de declarar, sostuvo que la exmonja la relevó del secreto profesional.
Detalló que trabajaba con ella una vez a la semana, aproximadamente e indicó que la exmonja tenía una gran labilidad emocional, proveniente de una vinculación deficiente con la madre. Al respecto, afirmó que la exmonja le dijo por qué se sentía mal y que según le relató, tuvo problemas de abuso con su padre adoptivo (que pudo ser su padre biológico) y maltratos de su mamá.
Aseguró que no fue necesario realizarle un psicodiagnóstico y que durante la terapia no hubo progresos por este desorden afectivo y por falta de contención, al tiempo que remarcó que durante los tres años que la trató, la paciente no le mencionó abusos por parte del imputado.
Afirmó que la derivó a un médico clínico por problemas de sueño y gastrointestinales.
Dijo que notó fabulación en la exmonja víctima y reconoció haber tenido contacto con ella fuera de la terapia, lo que aseguró que está permitido por el código de ética profesional, por el humanismo existencial.
Por otra parte, relató que también compartió una merienda con uno de los exnovicios víctimas en Finca de la Cruz, porque le dijeron que quería suicidarse. Explicó que no lo trató porque el exnovicio no dio su consentimiento y destacó que “el joven tenía risas inapropiadas” y aparentes problemas de motricidad fina.
El cuarto testigo y último testigo en declarar en la jornada, lo hizo a distancia desde San Isidro, Buenos Aires. Se trata del sacerdote que recepcionó en un primer momento denuncias canónicas contra el acusado.
Relató que la exmonja estaba muy conmovida, porque saldrían a la luz los malos tratos y el abuso de autoridad del imputado.
Informó al Tribunal que tomó las denuncias canónicas y las llevó a la Nunciatura Apostólica. También indicó que un obispo, ante el peligro, le pidió que sacara a jóvenes del instituto del acusado.
Recordó que entre las denuncias canónicas radicadas contra el acusado, estaba el abuso contra un menor en Salta, el comportamiento humillante contra la exmonja y el pedido a otro integrante para que mintiera y se hiciera cargo como conductor de un accidente de tránsito protagonizado por el imputado.
La audiencia de debate se reanudará este martes 6 de julio, desde las 8, en el Salón de Grandes Juicios del Poder Judicial.